viernes, 10 de agosto de 2012

¿Verdad o Mentira?, …tu decides.


Es ese arma de doble filo que convertida en palabra, la manejamos a veces con cuidado por temor a hacer algún corte imprudente y que preferimos usen con nosotros tal cual aunque ello nos exponga a una temida yaga en el alma, en el orgullo o en la vanidad, una punzada en un latido, un puño apretando en la yugular. Cualquier cosa menos sentirnos engañados… pues la confiabilidad se resquebraja y luego cuesta mucho volverla a arreglar.

Y es en los momentos difíciles cuando más apreciamos que la empleen con nosotros, para saber a qué atenernos, y es también en esos momentos en los que más miedo nos da utilizarla, por lo que podamos destapar o daño causar. Si la empleamos sin tacto y sentido de la oportunidad genera daño y si la empleas como un látigo generará más dificultad, y lo curioso es que sabemos que todos la queremos y todos sabemos lo que nos cuesta llevarla por bandera, tanto para recibirla como para ofrecerla. La verdad tiene esa virtud, se hace tan pesada y tan poderosa que de igual manera se hace liviana y luminosa.

El que vive con la verdad en su boca, bien pronunciada y vocalizada, moderada y oportuna, se convierte en una persona libre y querida, sin ataduras, y de conciencia tranquila, y mente despejada; aquel que la amordaza y vive reprimiéndola o dejándola desbocada, valiéndose de la mentira, sufre de vivir en la huida, en el ejercicio permanente de una memoria titánica para encajar las piezas y escenas teatrales que luego, acto por acto, deberán dar sentido a lo dicho, a lo ocultado, a lo tergiversado. Desde el miedo a herir, miedo a dejar al aire nuestras miserias, miedo a descubrir nuestras debilidades, desde la lealtad a la cobardía, en ocasiones la llevamos como amiga.

Con pasos sencillos, la verdad siempre es bien recibida cuando llega de buena fe y es dicha con sana intención, es esta cualidad la que le permite abrirse paso allá donde vaya con respeto y comprensión, sin embargo la mentira, con largas zancadas, saca aparente ventaja hasta que en un tropiezo, descuido o imprevisto delator cae al suelo y deja en evidencia la parte más débil de las personas, señalándolas culpables con su falta de vergüenza y de lealtad, un bochorno que sólo conduce a una nueva huida, la de uno mismo, hacia la soledad.

La verdad es pesada de entregar y ligera de llevar, permite entrar en contacto con la realidad y siempre nos coloca en el presente, tal vez más de lo que somos capaces de asumir pero en cualquier caso nos ayuda a situarnos, a ubicarnos, a tomar referencias de movimiento en la vida, nos ayuda a encarar nuestras decisiones, nos facilita el crecimiento y el desarrollo de nuestra persona, de nuestro caminar. Tanto en el trabajo, como con los amigos y la familia, la verdad bien dicha y vocalizada, en el momento oportuno y con la intención modulada, aproxima y facilita las relaciones para compartir buenos sentimientos; la mentira, prima hermana de la verdad-látigo, empleadas como herramientas de hostigamiento alientan las distancias, los odios y los rencores, nos meten en el resentimiento.

Con la mentira cerramos puertas en nuestro interior, encontramos recovecos llenos de zarzas que nos muestran la crudeza de la propia soledad; desde la verdad entramos en un estado de valentía serena que nos permite encarar con franqueza y decisión los retos que nos encontremos en el camino, oportunidades de forjar nuestro destino.

Incluso nuestra expresión facial varía al decir la verdad, y varía más aún al mentir, …y eso lo percibimos inmediatamente, desde nuestro instinto, desde la emoción, desde el centro de lo corporal desde el corazón… la verdad se transmite y se ofrece con serenidad, en cuerpo, mente y voz… la falta de verdad resquebraja todo, incluso la conversación, la confianza y la comprensión.

La verdad tiene la mirada limpia y sencilla, siempre al frente, penetrante y transparente, cálida y acogedora, siempre con perspectiva de futuro.

Ten valor, ve siempre con ella a tu lado, ¡Di siempre la verdad!

Un abrazo lleno de afecto... ¡De verdad!

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