lunes, 22 de junio de 2009

La Gran Responsabilidad de Abrazar y ser Abrazado

Sí, abrazar es una gran responsabilidad. Abrazar y dejarse abrazar es algo más serio de lo que parece a simple vista. Requiere de una gran responsabilidad.

La palabra Responsable viene del latin: responso y abile, respuesta hábil. Respons(h)abilidad es dar una respuesta hábil a una situación dada o concreta, y dar un abrazo, en más de una ocasión, es una respuesta muy hábil.

Con un abrazo podemos proporcionar seguridad, consuelo, arropo, podemos expresar emociones que nos cuesta verbalizar y en ello dar la respuesta hábil a la necesidad de compartir una emoción o un sentimiento, permitiendo así que el ser que somos se expanda y tenga espacio emocional para crecer y desarrollarse, compartiendo con otro ser tan rico momento de vivencias.

Para dar un “abrazo”, desde mi punto de vista, hacen falta dos valores clave que hoy en día echamos en falta en multitud de aspectos de la sociedad de la que formamos parte: la generosidad, para darlo desinteresadamente sin esperar nada a cambio, y el valor, para abrirnos al otro y recibirlo, ya que en numerosas ocasiones es un “extraño”, incluso aunque sea una persona cercana.

Un abrazo desde la sinceridad, desde el equilibrio interior y la sensibilidad en la fuerza, con intensa emoción, con llaneza, bien dado, bien entregado se convierte en la mejor palabra, la mejor empatía, el más bello gesto que puede haber entre dos personas. Un gesto tan sencillo lleva implícita la aceptación del otro y el sano afecto asexuado que se convierte en el detonante de una explosión de pensamientos positivos y sensaciones de bien-estar que nos colocan de inmediato en el presente, ese al que siempre queremos volver y del que nos pasamos la vida huyendo.

Da, siempre que puedas un buen abrazo, de esos cálidos, generosos, serenos, relajados y llenos de calmada energía, que lejos de ser una prisión de fortaleza son una manera de expresar y darle algo al otro sin mediar palabra, ...y que el otro, curiosamente entiende lo transmitido casi mejor que si fuese dicho con palabras. Ese mensaje no es otra cosa que simple y llano afecto, de amistad, de proximidad, de compartir, de apoyo.

Propongo que al menos una vez al día, a quien os apetezca (padres, hijos, hermanos, pareja, amigos), le digáis algo con un abrazo de estos, en silencio y tomándoos un poquito de tiempo (sólo 1 minuto). Podréis dar las gracias, pedir perdón; podréis mostrar afecto, mostrar acogida, mostrar paz, mostrar aceptación; podréis regalar alegría, satisfacción, ganas de compartir; podréis sentiros seguros, dar seguridad, ...simplemente podréis transmitir lo que queráis, basta con que así lo sintáis desde dentro y lo comuniquéis a través de vuestros "brazos" siempre acompañados de vuestra sosegada respiración siempre acompasada con el latido de vuestro corazón.

Como dice Helen Maran, nos rescatan de la soledad y el aislamiento; guían el auto conocimiento potenciando la autoestima; facilitan los desbloqueos físicos y emocionales; nos permiten vivenciar la integración de cuerpo, mente y emociones; nos ejercitan en la empatía; nos sitúan plenamente en el Aquí y el Ahora; favorecen la comunicación afectiva con nosotros y con el otro; estimulan la gratitud; despiertan la creatividad; impulsan a una actitud pro-activa en la vida; conectan con la intuición; favorecen el entrenamiento de respuestas asertivas; devuelven la ilusión, la alegría y el buen humor, puesto que la risa es su fiel compañera; le brinda reconocimiento y protección a nuestro "niño interior".

Vive con responsabilidad tu crecimiento y el de los tuyos, se generoso, ábrete a los demás, da y recibe abrazos.