lunes, 23 de agosto de 2010

Capacidad de Adaptación: Toda una Aventura.

Es cuando estás alejado de tu tierra cuando más en tí mismo estás, cuando más te conectas a tus recursos innatos, cuando más empiezas a decubrirte quién eres para tí mismo; al menos así me siento yo ahora que estoy a unos 12.000 kms de casa.

Cambia la cultura, cambia el clima, cambia el idioma, cambia el alfabeto, cambian los horarios, cambian los protocolos de educación y trato, por supuesto también cambia hasta el significado del "universal" lenguaje por signos del que nos valemos en cualquier momento para hacernos entender y salir al paso.

Aquí sólo vale la calma, el semblante sereno y la paciencia, con uno mismo y con nuestros interlocutores. En este rincón del mundo, en el que el inglés sólo lo conocen unos pocos y lo hablan muchos menos, lo único que nos permite desenvolvernos con soltura es la capacidad de adaptación y la buena disposición hacia todo eso permanentemente nuevo que nos soprende o llama la atención.

Pretender imponer nuestros ritmos y exigencias se torna absurdo y nos convierte en elementos hostiles, sin embargo, apoyarte en la gente local, tomar conciencia de tu desventaja, confiar en ellos (aunque mantengamos un estado de alerta latente) y permitirte confiar en ti mismo y en tu capacidad de delegación al dejarte en sus manos para descubrir lo mucho que hay aún que ver, te lleva a descubrir lo mejor de ciudades, mercados, gentes y costumbres.

De un viaje así, sólo se puede disfrutar si te adaptas a las circunstancias; si lo que pretendes es que las circunstancias se adapten a tí, la cosa va mal. Para disfrutar de este viaje en la manera en que lo estoy haciendo, he tenido que adaptarme (he aceptado otras reglas del juegio) a lo que me iba sucendiendo día a día.

Todos y cada uno de mis pensamientos los he dirigido a verle siempre el lado positivo a todas las cosas que me han ido sucediendo, que son muchas. Improvisaciones constantes, cambios de horarios, situaciones incómodas, poca interlocución... todo me ha servido para darme cuenta de mi capacidad de adaptación a las circunstancias, aceptar las reglas del juego de lo que yo mismo iba escogiendo sobre la marcha.

Travesías de más de 4 horas por ríos en lancha rápida, viajes por carretera de más de 10 horas en autobuses de "lujo" llenos de locales vociferantes, transporte por ciudad tirado por fuerza humana, vuelos en horarios intempestivos, controles de pasaportes sospechosamente repetitivos... un sinfin de situaciones que hacen que un viaje así se convierta en una excepcional experiencia de la que aprender, tanto del país, como de sus gentes y por supuesto de uno mismo.

Un viaje en el que ves de cerca la opulencia, en el que entras en contacto con la pobreza, en el que miras a la cara a la miseria y en el que más que nunca llegas a la conclusión de que pertenecer al 5% de la población mundial que vive en la riqueza, lejos de ser un lujo, es una responsabilidad.

La más angustiosa, tensa, desfavorable, estresante, terrible y demoledora de nuestras situaciones en nuestra cotidianeidad es un verdadero paraiso si lo comparamos con las penurias en las que viven millones de personas o atrocidades por las que han pasado a manos de gobernantes crueles y despiadados.

Pero para apreciar esto, sin duda, hay que tener capacidad de adaptación, capacidad de aceptación y sobre todo, capacidad de observación sin juzgar.

Cuando hagas viajes, cuando te enfrentes a lo desconocido, acuerdate de esta frase: Lo que se halla delante de nosotros y lo que se halla detrás no es nada en comparación con lo que se halla dentro de nosotros. Y cuando sacamos al mundo lo que hay dentro de nosotros, suceden los milagros (Henry David Thoreau) ...y además disfrutas doblemente de tu aventura viajera...!