martes, 24 de abril de 2012

Rubén y José Luis. Adversidad y generosidad.

Hoy, 23 de abril, llegaba a una sesión de coaching. Eran las siete menos cuarto de la tarde. Al quitarme el casco y ponerle el cepo a la moto se me acerca un hombre bien afeitado, con buen aspecto, vestido de sport, jersey marrón oscuro Lacoste de cremallera alta, náuticos Timberland, vaquero de buena tela. Su cara estaba desencajada, las ojeras delataban su cansancio, su manera de hablar ponía de manifiesto que acumulaba tensión.

Estaba frente a la entrada de un hotel perteneciente a una cadena internacional de mucho prestigio. Podría ser cualquiera de los huéspedes allí alojados. Con educación se me acerca para pedirme ayuda, me pareció un turista con la lógica desorientación de estar en una ciudad a la que acabas de llegar.

¿Podrías ayudarme? –me preguntó-. Por supuesto, ¿qué necesitas? Hace cinco días que duermo en la calle en los cajeros, ya me han dado una paliza y un extranjero casi me raja con una botella rota. Me llamo Rubén Apellido Apellido. He estado trabajando como autónomo hasta hace un año, pero las cosas se han puesto muy cuesta arriba. Mi padre tiene Alzheimer, lo han desahuciado por impago de la hipoteca y yo me he tenido que ir a la calle. Mis hermanas se están peleando por la herencia de mi madre y además hoy no he comido.

En sus ojos tristes había nobleza, su mirada era veraz, sujetaba la mía. Me trataba de Ud. con un respeto exquisito. Este hombre sano, de unos 40 años, rezumaba educación y la adversidad le ha golpeado.

En cuanto acabe una reunión que tengo, salgo y a ver en qué puedo ayudarte –me comprometo con él-. Espero que te vaya bien en la reunión –me dice-.

Una hora más tarde y a la salida del hotel, le busco y hablo con Rubén. Me cuenta algunos detalles más… y me pide que le ayude a localizar una pensión para dormir tranquilo. Con el móvil en mano empezamos a buscar. Noto que se relaja. No encontramos nada.

Espera –le digo-, voy a entrar dentro a ver si con uno de los PC logro encontrar la pensión que me dices. Después de un rato bastante largo, me doy por vencido. Me levanto del punto de internet, y pregunto por el jefe de restaurante.

Buenas tardes, ¿cómo te llamas? –le pregunto-. José Luis, me responde un poco expectante. Sé que lo que te voy a pedir es atípico –continúo-, va contra la normativa de los hoteles y os lo tienen prohibido. José Luis, me miraba como si fuese un marciano. En pocas palabras le explico el encuentro con Rubén delante de la puerta del hotel.

Te pido por favor que con algo que os sobre en la cocina, me prepares un bocadillo o similar para que este hombre pueda cenar hoy. No logro ayudarle con lo que me pide y me gustaría al menos que tuviera algo qué llevarse a la boca. Si hace falta que te lo pague, me lo dices y lo hago encantado –añado-.

A los pocos minutos salgo y veo a Rubén con una mochila de Decathlon a la espalda; me voy hasta él. Le entrego una bolsa con lo que Jose Luis y un compañero suyo de cocina habían preparado y me disculpo por mi ciber-torpeza. Rubén me agradece el gesto. Me subo a la moto y pienso. ¡Nunca he tenido tan cerca la adversidad, ni la generosidad!

Al llegar a casa, le cuento a mi mujer lo sucedido. ¡Reina, hoy he visto cara a cara a la adversidad… y también he conocido a la generosidad! Hoy tengo muchas razones para dar gracias por todo lo que tenemos, por todo lo que hacemos y por lo afortunados que somos pudiendo apoyarnos mutuamente en momentos de adversidad.  

Ahora mismo y de corazón, sólo deseo que Rubén encuentre solución a su problema, que José Luis sepa conservar su generosidad para ayudar a otras personas y que si esto me vuelve a suceder, pueda ser más rápido de reflejos para aportar más y mejor ayuda. Me he quedado a mitad de gas.

Hoy he aprendido que cualquiera podemos necesitar ayuda; que un revés nos puede llegar a cualquiera en cualquier momento; que una mirada directa, limpia y noble vale mucho; que un gesto de generosidad alimenta dos sonrisas, la del que da y la del que recibe; que ser humilde y natural da credibilidad; que la vida está llena de situaciones que nos ponen a prueba, tanto por el lado de la adversidad, como por el lado de la generosidad, y que debemos estar a la altura de los valores que demandamos; que la gratitud es reconocer la generosidad del otro… y que tenemos y podemos ofrecer mucho más de lo que ofrecemos.

Hoy me he dado cuenta que puedo mejorar como persona. Gracias, Ruben. Gracias José Luis.

Un abrazo.

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