En el libro “Cuentos Para Pensar” de Jorge Bucay, en las primeras páginas, hay una definición de un término que hoy por hoy está bastante manoseado, prostituido e incluso tal vez arrinconado en muchas de las relaciones interpersonales que mantenemos. Este término que define Bucay, sufre y padece tanto a nivel profesional como a nivel personal. Sigo reflexionando sobre esa definición cinco años después de haberla leído. Dice así, “Amor: La desinteresada tarea de generar espacio para que el otro sea el que es”.
¿Qué tiene esto que ver con coaching? ¡Pues todo! En nuestra labor de coaches, en el proceso de acompañamiento que realizamos de forma leal, comprometida y siempre confid
encial, entramos de cabeza en “la desinteresada tarea de generar espacio para que el otro sea el que es”, para que diseñe y alcance su mejor versión. Consideramos a nuestros coachees como un “otro legítimo” a los que aceptamos plenamente y con generosidad, sin juzgarles, sin opinar sobre ellos y los modelos mentales que traen; creamos el espacio para que cada uno “sea el que es”, trayendo a la superficie, desde la responsabilidad y en esa relación de crecimiento, el mayor y mejor potencial que hay en su interior.
Para ello debemos tener altura moral y valía profesional. Trabajamos desde el compromiso propio de ofrecer lo mejor de nuestras habilidades y capacidades como “conversadores de contraste” para que cada coacheado pueda mirarse en el espejo en el que nos convertimos y encuentre así lo mejor de sí mismo.
Ser coach nos exige querernos, buscar recovecos personales en los que encontrar autenticidad como personas y profesionales, nos exige crecer permanentemente, ser humildes, llanos, de fácil empatía y confianza, flexibles y ofrecernos con “amor” para que nuestros clientes crezcan en ese espacio que generamos y en el que se miran.
¿Tratar con amor a un cliente? ¡Sí!, ¿Crear espacio desinteresadamente para que un cliente se mire y crezca?, ¡Sí!
Cualquier ser humano esta llamado a ser amoroso, aceptando al otro, ayudándole a crecer y acompañándole en el viaje de alcanzar su mejor versión gracias a ese contexto generado desinteresadamente. Sin embargo algo que debería ser universal, se convierte en una profesión de gran proyección y profunda metodología. Ofrecemos herramientas, provocamos reflexión, incitamos a la acción, encendemos mechas de potencial y nos alegramos cuando el coachee (cliente) logra un resultado extraordinario que nutre su autoconfianza. Creemos plenamente en las posibilidades del otro porque previamente hemos creído en las nuestras, y es por esto por lo que al mirarse en el espejo en el que nos convertimos, se sienten capaces.
Podemos decir que,
comprometidos con el desarrollo de nuestro propio potencial, hacemos y buscamos lo mejor de nosotros mismos para que el otro crezca, es decir, partimos de trabajarnos nuestro crecimiento para ponerlo al servicio del “legítimo otro”. Es aquí cuando “Soy Yo Para Ti” (SYPT) cobra sentido.
Sin embargo, siendo esto lo que todos deseamos, vivimos, trabajamos y damos sentido de existencia a una sociedad en la que se produce todo lo contrario en gran parte de nuestras relaciones de trabajo, amistad, familia y de pareja.
Entramos en ámbitos de “querer” (exigencia) en vez de “amar” (generosidad y aceptación). En el ámbito afectivo y privado estaríamos en el discurso de: Te quiero como posesión, te quiero como yo quiero que seas para mi, te quiero de una forma que me conviene, me niego a aceptarte tal cual eres, quiero que seas para mí y mis intereses de la manera que más me conviene. En el ámbito profesional estaríamos en el discurso de: Quiero que ese compañero de trabajo fracase, quiero el espacio del otro para satisfacer mi ambición, quiero tener y poseer este o aquel proyecto para que el otro no tenga ni la oportunidad de reconocimiento y/o éxito. En todos los ámbitos, nos convertimos en invasores, rompemos los códigos éticos de convivencia haciendo que el respeto, la empatía, la flexibilidad y el contexto de crecimiento salten por los aires y, lejos de lograr mejoría y desarrollo, logramos que todo quede constreñido, truncado, castrado.
Si aplicamos un poco de SYPT (Soy Yo Para Ti) comprometiéndonos con el desarrollo de la mejor versión de cada uno –como persona y profesional- y se la ofrecemos a “otros legítimos” para su crecimiento, estaremos contribuyendo a la recuperación del amor para nuestro bienestar y por ende, de la sociedad que conformamos. Estaremos fomentando un amor que construye y deja de succionar, un amor que facilita el desarrollo de aquellos con los que interactuamos, un amor que mejora a otros y nos mejora a nosotros.
¡Soy Yo Para Ti!
P.S. Dedicado a CSM, quién lo despertó en mi y a quien admiro.