Recuerdo que hace algo más de cinco años participé en la XV Expedición 4x4 Andorra-Marruecos, de diez días de duración (3.500 kms por desiertos, dunas, desfiladeros, pistas de tierra, asfalto, etc). La componíamos 14 miembros, 13 de Cataluña y Andorra, y yo de Madrid. Viajé en tren hasta el punto de encuentro, Valencia. No conocía a nadie y además era consciente de que las etiquetas mentales que podíamos traer unos y otros desde nuestras formas de pensar, tanto en lo social, lo político e incluso en lo deportivo podían ser grandes lastres o condicionantes para el resultado de la aventura.

En aquel momento me dí cuenta que todos estábamos condicionados por un sin fin de etiquetas, prejuicios y modelos mentales que actuaban como barrera en nuestro incipiente modo de relacionarnos. De alguna forma estábamos expuestos a condicionar el futuro de nuestra relación de expedición a unas suposiciones y a una escucha previa muy marcada. Reconozco que me asusté un poco.
Habíamos llegado a Almería para coger el ferry que nos cruzaría a Nador. Los coches estaban bien asegurados en la bodega del buque, ya habíamos hecho el reparto de camarotes y nos encontrábamos en la zona de bar. Era el momento de hablar cara a cara con todos ellos; hasta ahora, y a lo largo de más de 400 kms, todo había sido por emisora, salvo en las paradas "técnicas".
Desde el instinto y como un resorte en mi interior, algo saltó por los aires. En aquel momento me dí cuenta que lo que de verdad iba a hacer que nos entendieramos todos (entre ellos tampoco se conocían) era actuar con valentía desde la autenticidad de cada uno, reconociéndonos vulnerables en nuestras creencias, derribando prejuicios, mostrando aceptación, ofreciendo generosidad, soltando lastre de ego y sobre todo, prácticando una escucha ...de esa que los coaches llamamos empática. En ese momento comencé a poner el 100% de mi ser para crear una relación que favoreciese la convivencia y el entendimiento. Las preguntas lógicas de a qué te dedicas, si eres muy aventurero, cuánto tiempo llevas haciendo 4x4 y poco más, eran las habitales, y daban el juego que daban.

El resto de la expedición se convirtio en un contexto mágico para que todos creciésemos con el apoyo de los otros. Recuerdo a David haciéndonos masajes orientales en las Haimas de M'Hamid, a Isabel escuchándo nuestras inquietudes con entrega absoluta, Joan contándonos sus experiencias como instructor de ski de minusválidos, Mercedes explicándonos las razones de llevar la ayuda a las aldeas marroquies junto a la frontera con Argelia ...y así hasta completar las inquietudes de los catorce que conformábamos la expedición. Empezamos a admirarnos unos a otros, comenzamos a construir una energía común. Todos cumpliamos un rol determinado y estabamos responsabilizados de una tarea.

Ahora, conocedor de lo que el coaching supone para el crecimiento de las personas, identifico claramente que en aquella expedición, la vulnerabilidad, la escucha empática, la generosidad y la aceptación fueron ingredientes vitales que nos permitieron dar lo mejor de nosotros mismos y conformar un gran equipo, muy diverso y con mucha riqueza, al que entre todos le dimos una gran personalidad.
Ya han pasado 5 años y puedo decir que sigo sintiéndoles como una gran familia. Fuimos un gran equipo y aún lo seguimos siendo.
Cuanto os agradezco lo que me enseñasteis.